“¿Qué podemos llevar para compartir?”, nos preguntamos mi esposa y yo, pensando en la reunión del club de lectura. Consideramos opciones obvias, como algún bocadito o una botella de vino, pero queríamos llevar algo distinto, algo que nos permitiera dar las gracias por habernos recibido y, al mismo tiempo, presentarnos junto a nuestra tierra.
Nos miramos y entendimos que había una sola respuesta: tequeños.
Llamamos a Paula, la mano maestra detrás de @somosdulceysaladoec, e hicimos el encargo. Llegamos a la reunión con nuestra caja de tequeños recién hechos, dorados, envueltos en ese encantador olor a masa y queso frito, y con una sonrisa nerviosa, esperando que les gustaran.
Con curiosidad y una sonrisa, nos preguntaron qué era eso que habíamos llevado. Con orgullo y humildad respondimos: “Estos son tequeños. Esto es Venezuela”.
Me emociona recordar cómo, por un rato, el foco se desvió del libro a discutir y se centró en comerlos y disfrutarlos, en responder preguntas sobre ellos y contar anécdotas sobre lo que representan en nuestro país. Solo cuando se acabaron, pudimos retomar la discusión literaria, con el estómago lleno y el corazón contento.
Ver cómo los disfrutaron tuvo un gran significado. Fue como recibir un abrazo cálido de aceptación e integración de nuestra identidad venezolana en esta rica cultura guayaquileña. Es curioso cómo algo tan pequeño puede tener un significado tan grande. Compartirlos en la mesa fue un momento conmovedor donde se creó un vínculo emocional con los demás.
Desde entonces, nos sonreímos halagados cada vez que, en una sesión del club, alguien pregunta: “¿Cuándo vuelven a traer tequeños?”. Es sentirnos recibidos con los brazos abiertos. Y aún más felices cuando vemos que nunca sobra ni uno, siempre se terminan todos, sin importar cuántos llevemos.
Que estos bocados formen parte de las reuniones es una forma de afirmar nuestra pertenencia al grupo. Y cuando se es migrante, sentirse aceptado y parte de algo es un regalo invaluable.
De tantas historias que se cuentan y analizan en las lecturas del club, los tequeños narran la nuestra.
todo en su lugar, todos en la mesa
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