MnP_Sobremesa02
Foto: IG Carla Barbotó

Cacao y equidad en Ecuador

Juanse Palacios
@eljuansepalacios

En las comunidades cacaoteras de Ecuador, la equidad en el trabajo ha sido un desafío histórico. Tradicionalmente, el rol de la mujer ha estado relegado a la casa, mientras que los hombres se encargaban del campo. Sin embargo, iniciativas como las de Paccari Chocolate han transformado esta dinámica, dando paso a una nueva estructura social y económica donde la mujer también tiene un rol protagónico.

Carla Barbotó y Santiago Peralta, fundadores de Paccari, relatan que todo comenzó con una imagen: cuatro mujeres empujando un pesado saco de cacao.  Decidieron cambiar el peso del saco, lo que generó un impacto inesperado. Las mujeres, al ver que podían manejarlo, comenzaron a asumir nuevas responsabilidades y a cuestionar su rol en la comunidad. A partir de ese pequeño cambio, la equidad en el trabajo dejó de ser un concepto abstracto y se convirtió en una realidad tangible. “Lo hicimos por la gente”, menciona Santiago.

Este proceso no estuvo exento de dificultades. Se rompieron tradiciones arraigadas, lo que generó diversas reacciones. Algunas comunidades acogieron con entusiasmo la inclusión de la mujer en actividades productivas, mientras que en otras hubo resistencia. “Lamentablemente, en ciertos espacios no se respetaba su participación”, comenta Carla, pero agrega que, con el tiempo, la integración se ha fortalecido.

La geografía y la cultura también juegan un papel crucial en esta transformación. Carla destaca que, aunque Ecuador es un país pequeño, las diferencias entre la Costa y la Amazonía son enormes. En la Amazonía, por ejemplo, el trabajo en equipo es fundamental. “Cada miembro de la familia tiene un rol importante para la supervivencia”, señala, lo que ha facilitado una mejor incorporación de la mujer en los procesos productivos.

Santiago, por su parte, es optimista sobre el cambio social. Para él, la clave está en impulsar pequeñas revoluciones. “Antes de que llegáramos a estas comunidades, el hombre trabajaba en el campo y la mujer sostenía la dinámica del hogar. Hoy, gracias a la inclusión de las mujeres, las comunidades han desarrollado nuevos modelos de organización en torno al cacao, desde la producción hasta su impacto en la cultura y la política local”.

Un ejemplo de este cambio es la historia de doña Lidia. En sus inicios, ella preparaba un delicioso encocado en un pequeño espacio, mientras que su esposo, vendía gaseosas. En una visita, Santiago le pidió un jugo de naranja, señalando un árbol cercano. Ocho años después, se encontró con un negocio consolidado de jugos de naranja dirigido por ella. “Esos pequeños empujones han generado cambios sorprendentes”, menciona Santiago.

El impacto de este nuevo modelo de trabajo también se refleja en la educación. Carla señala que el acceso a la educación ha tomado un rol central en estas comunidades, pero sin abandonar el trabajo agrícola. “Es hermoso ver cómo la educación se ha convertido en un tema clave, pero siempre con un fuerte vínculo con el campo y la producción en familia”.

El trabajo de Paccari ha demostrado que con el apoyo adecuado, las comunidades pueden reestructurar sus modelos laborales y económicos sin perder su identidad. “Hay que dar los primeros empujones”, enfatiza Santiago. Lo demás, asegura, ha sido el resultado natural de estos inicios.

Además de Paccari, otras iniciativas han surgido para fortalecer la participación de las mujeres en la industria del cacao en Ecuador. Organizaciones como la Asociación Wiñak en la Amazonía han trabajado con mujeres indígenas para capacitarlas en la producción y comercialización del cacao, permitiéndoles independencia económica y fortaleciendo su identidad cultural. Otras cooperativas en Manabí y Esmeraldas han implementado programas de liderazgo femenino, asegurando que más mujeres participen en la toma de decisiones y en la generación de ingresos para sus hogares.

En la gastronomía, varios restaurantes han reconocido el valor del cacao ecuatoriano y el trabajo de estas comunidades. En Quito, establecimientos como Nuema han integrado en su menú productos de pequeños productores, incluyendo el cacao de comunidades amazónicas. La chef Carolina Sánchez ha trabajado de cerca con Paccari para desarrollar postres que resaltan la calidad del chocolate ecuatoriano. Por su parte, en Guayaquil, restaurantes como Casa Julián han incorporado el chocolate ecuatoriano en creaciones que buscan rendir homenaje a los productores locales.

Otro ejemplo es el restaurante Urko, donde la propuesta gastronómica se basa en el uso de ingredientes de origen ecuatoriano, incluyendo el cacao de pequeños productores. La conexión con las comunidades no solo se traduce en el uso del producto, sino también en la promoción de prácticas sostenibles y comercio justo.

Finalmente, todo este esfuerzo tiene un destino claro: un plato en un restaurante, una experiencia en la mesa de quienes consumimos estos productos en la ciudad. Cada trozo de chocolate, cada bocado de un platillo elaborado con cacao ecuatoriano, cuenta una historia de trabajo, equidad y transformación social. Visibilizar a quienes están detrás de estos productos es esencial para comprender que la gastronomía no solo se trata de sabores, sino de las historias y las manos que los hacen posibles.