Sebastian Kindermann Pallares
@skpallares24
Desde que empecé mi carrera, la idea de conocer otras culturas y explorar el mundo nunca dejó de retumbar en mi cabeza. Cada libro que descubrí, cada historia o receta de algún maestro culinario que leía, avivaba más ese deseo y no me dejaba dormir. Durante mucho tiempo pensé que la única forma de crecer era migrar. Estaba convencido de que solo yéndome lejos podría alcanzar el nivel de conocimiento, disciplina y compromiso que anhelaba, el que me pondría en el “camino correcto”. Pensaba que encontraría la paz suficiente para lograrlo.
Pero hubo algo que no tomé en cuenta, o mejor dicho, subestimé: migrar es estar homesick.
Llegué a mi ciudad soñada, a trabajar en mi restaurante soñado: Jean-Georges, en Nueva York. Todo parecía perfecto hasta que mis sentidos me empezaron a alertar. Me faltaban esas maravillas que había dado por sentado: el ruido de Columbus Circle no era el de la 9 de Octubre; un steakhouse no era un asado en Sauces; y los churros del Lower East Side no crujían como los que venden afuera de mi universidad.
Así me di cuenta que mi futuro no solo estaba en aprender los clásicos franceses y dominar el fine dining. Mi futuro también está en mis raíces.
En la cocina de las montañas.
En los alocados mercados de Guayaquil.
En las personas que me formaron como cocinero, y como ecuatoriano.
Ahora no solo busco nuevas culturas: también me emociona perderme en markets como Made In Ecuador o La Parada Ecuatoriana, en Union City, Nueva Jersey. En estos lugares redescubro con cariño todos los ingredientes que alguna vez me nutrieron. Explorar los pasillos surtidos de productos ecuatorianos, encontrar chicha, naranjilla y hasta cangrejos me llena de felicidad. Saber que, en mis días libres, voy a pasar horas cocinando un Caldo de Bolas o un Seco de Chancho me produce un sentimiento difícil de explicar, porque a pesar de que terminaré cansado, me sentiré como en casa.
Una vez que entendí lo que significa migrar pude ver con claridad que, como dice Residente:
“No sé pa’ donde voy, pero sé de dónde vengo”.
todo en su lugar, todos en la mesa
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