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Foto: Netflix

El sabor de lo nuestro: entre listas, estrellas y cocinas

Adelaida Jaramillo
@adeljar

Entré a Netflix sin rumbo y, en la lista de sugerencias, encontré una serie coreana ambientada en un restaurante. Aplasté “Ver” para seguir esta comedia romántica entre una cocinera y un inversionista del sector gastronómico. Pero al continuar viéndola, entendí que, por debajo, hay una conversación más profunda sobre el competitivo universo de la alta cocina, donde un solo servicio puede determinar el destino de un restaurante en una lista. Me enganchó la interacción entre los protagonistas y, en dos bocados, me terminé los primeros seis capítulos —de los diez que se completarán en junio—. Me quedé porque El sabor de lo nuestro propone una pausa para pensar: ¿qué pasa cuando cocinamos por el placer de cocinar? ¿Y qué se gana —o se pierde— cuando se cocina sin la presión de los premios?

La serie se sitúa entre dos mundos unidos por la gastronomía. Por un lado está “Moto”, un restaurante de fine dining que exhibe todos sus premios en la entrada. Los dueños, la chef ejecutiva y su equipo esperan con ansiedad la visita de los inspectores de la guía “Diamant” para alcanzar la tercera estrella. Las relaciones son tensas y la obsesión por figurar en listas termina desdibujando cualquier goce real del oficio.

Del otro lado está Jungjae, un pequeño restaurante rural liderado por una ex cocinera de un renombrado restaurante japonés. Ella cambia la cocina industrial por una más íntima, rodeada de huertas propias y un comedor donde la comida relaja. No hay aspiraciones de rankings, aunque sí hay excelencia. Me encantó el episodio donde un joven coreano cena con su novia francesa y ambas familias; gracias a la comida logran reconciliarse con un matrimonio que no aprobaban.

Más allá de su tono amable, El sabor de lo nuestro reflexiona con humor sobre la industria culinaria y sus contradicciones. Las listas —esas que parecen definir qué comer, dónde y por qué— se revelan como espejismos: ¿realmente miden el valor de una experiencia, o solo organizan el deseo de pertenecer a una élite? Mientras Moto sacrifica humanidad por perfección (la inspectora dice: “esta comida sabe a dinero”), en Jungjae se encuentra libertad en los productos de estación y en recetas escritas a mano en un cuaderno.

Cuando viajo, investigo listas para decidir a qué restaurantes y bares ir, pero también procuro conectar con la experiencia local. Las listas tienen algo de lo bueno, lo malo y lo feo. Por eso disfruto que El sabor de lo nuestro nos muestre esa tensión y nos recuerde que no cocinamos para figurar, sino para cuidar, nutrir, compartir. Para restaurar. Y en ese gesto, tal vez, reside la única estrella que importa.

Gerente de Marketing hasta hace 15 años cuando decidió dedicarse a leer. Adelaida Jaramillo es directora de Palabralab y licenciada en Comunicación Social con mención en Literatura y Periodismo. Como Máster en Gestión Cultural comenzó a explorar conexiones entre la literatura y otras expresiones artísticas como el teatro y la gastronomía. Así llegó al periodismo cultural y gastronómico de los que sigue aprendiendo. Edita los textos de la revista gastronómica Mise ‘N Place.